
Abelardo Araya era el presidente del Movimiento Diversidad de Costa Rica. Es una figura que no se puede olvidar porque fue de los primeros activistas visibles y vocales. Recuerdo verlo en televisión y me parecía increíble que se atreviera a dar la cara. Con solo 42 años, la misma edad que hoy yo tengo, falleció por causas naturales vinculadas con padecimientos del corazón, presión alta y diabetes. No fue una muerte dulce. Todo lo contrario.
Yo no conocí de cerca a Abelardo Araya. Mi madre, una señora que hoy tiene 70 años, sí lo conoció de cerca, lo apoyó y hasta coordinó con él actividades a favor de las personas LBGTIQ. De Aberlardo, he escuchado muchísimas cosas, y aunque no ponga en duda que pudiera haber mucho de cierto, mi madre siempre me cuenta que él fue un hombre dulce con ella, muy respetuoso. Mi madre lo conoció cuando crearon la Red Intersindical por la diversidad y la educación para la sexualidad. Nunca me ha asombrado, que mi madre también cuente que trabajaron con las uñas y con muchísimos obstáculos de las dirigencias sindicales. Eso no me extraña pero sí que una señora de su edad, haya podido trabajar a favor de los derechos humanos de una población que no le tocaba en ese momento ni por asomo.
Esto me hace pensar que si bien los sindicatos son esenciales, los liderazgos añejos, patriarcales y discriminatorios tienen que irse. No es cosa de edad. Es cosas de visión. ¿Cuántos sindicatos a favor de los derechos sexuales y derechos reproductivos? ¿Cuántos sindicatos han discriminado a sus personas agremiadas por su orientación sexual o identidad de género? Pero eso es para otro día. Hoy quiero escribir sobre Abelardo, porque hoy no es asombroso un taller sobre el uso del condón pero en ese momento quebraba todos los esquemas. Mucho hizo Abelardo me han contando.
Mi madre cuando habla de Abelardo, lo hace con muchísimo cariño y admiración. Siempre hace énfasis en la tenacidad, la entrega y la nobleza que él ostentaba. En cambio, yo no conocí a Abelardo, pero también hoy, 26 de mayo del 2020, le agradezco, que hubiera abierto la brecha y sobre todo lamento hoy, que haya muerto sin haber visto el fruto de su lucha.
